- En 1928, Alexander Fleming descubrió la penicilina, el primero de los antibióticos modernos que revolucionarían la medicina y salvarían millones de vidas. Sin embargo, hoy en día nos encontramos con una gran cantidad de bacterias que han dejado de responder a los medicamentos antimicrobianos. Hablamos de las bacterias resistentes, o peor aún, multirresistentes, como las denominamos cuando son insensibles a varios antibióticos.
Las pruebas científicas del poder antiséptico de los aceites esenciales son muy numerosas, por lo que vamos simplemente a enumerar algunos ejemplos:
Aceite esencial del eucalipto: además de ser antitusivo y expectorante, tiene propiedades antisépticas en las vías respiratorias.
Componentes del aceite esencial del árbol del té, de algunas especies de lavanda o del eucalipto: actividad bactericida frente a bacterias multirresistentes.
Aceite esencial de algunas especies de tomillo y apio: ataca a la bacteria Helicobacter pylori.
Aceite esencial de orégano: eficaz para la higiene de manos.
Aceite esencial de sándalo o manzanilla: útil para la higiene y el mal olor de los pies.
Aceite esencial de limón, salvia, tomillo o lavanda: desinfección de superficies.
Las plantas disponen de un verdadero arsenal químico contra distintos tipos de amenazas.
Debemos tener en cuenta que ellas no pueden moverse y, por tanto, se defienden con distintos compuestos –llamados metabolitos secundarios– frente a radiaciones solares intensas, el frío o calor extremos, el ataque de insectos o microorganismos patógenos, la presión de los herbívoros, etc.