Piel seca y deshidratada ¿son lo mismo?
Descubre las claves para diferenciarla, lo que debes hacer para prevenirla y cómo puedes tratarla
La piel seca es algo con lo que puedes nacer, pero también puedes desarrollar. Los bebés y los niños tienden a tener la piel más seca, así como nosotras a medida que nos hacemos mayores, por lo que es importante conocer las cuatro edades en las que tu piel cambiará y cómo enfrentar cada cambio. Sin embargo lo que sí es una leyenda urbana es pensar que sólo las pieles maduras necesitan hidratarse, pues las jóvenes también pueden tener la piel seca.
La clave está en usar humectantes ricos en emolientes que protejan la piel de la pérdida de humedad. Las más recomendadas son las fórmulas que contienen mantequilla de karité, cera de abejas, aceite de jojoba y aceite de semilla de girasol. Además debes usar productos suaves, evitando los productos especializados para pieles grasas (de fórmulas más fuertes) y jabones de barra (especialmente aquellos del cuerpo).
La mejor manera de tratar la piel seca es exfoliando la piel con productos suaves pues ayudan a eliminar la descamación de la piel más superficial y así promover la renovación celular.
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¿Qué es la piel deshidratada?
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Por su parte, la deshidratación puede atacar a cualquier tipo de piel sin distinción (mixta, grasa o seca), aunque las secas suelen tener una mayor tendencia a sufrirla. Sin embargo, los efectos son diferentes: cuando las pieles mixtas y grasas se deshidratan, suele descamarse en la zona media del rostro, es decir, en los bordes de la nariz y en el nacimiento de las cejas.
Mientras que las pieles normales o secas pueden notar más tirantez (sin elasticidad) o descamación en la zona de las mejillas o el contorno de los labios.
¿Cómo prevenirla?
Los expertos suelen comparar la piel deshidratada con una silla de cuero: necesita ser humectada para prevenir que aparezcan las señales de uso que aparecen con el paso del tiempo. Si aplicas un producto acondicionador y humectante a la silla de cuero, previenes que se cuartee.
Lo mismo aplica para tu piel, si no aplicas un producto para humectarla, el paso del tiempo, el clima y otras variables pueden empezar a relejarse en ella.
El tratamiento de la piel deshidratada comienza por ser muy selectiva y exigente a la hora de elegir una crema hidratante. Usa un humectante que contenga glicerina o ácido hialurónico, ya que estos ingredientes atraen el agua del ambiente hacia la piel para mantenerla suave y flexible.
Si a una piel deshidratada le aportas lípidos puede que se formen granitos, puedes obstruir los poros y puedes crear brillos no deseados. En cambio si a una piel seca solo le aportas agua, sentirá de manera instantánea un alivio pero a lo largo del día no retendrá el agua poniendo en riesgo la barrera cutánea.
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