Los resultados se publican en la revista Current Biology y el objetivo de los autores era comprobar si las personas de distintas partes del mundo tienen la misma percepción olfativa y les gustan los mismos tipos de olor, o si esto es algo culturalmente aprendido.
“Tradicionalmente se ha visto como algo cultural, pero podemos demostrar que la cultura tiene muy poco que ver con ello”, resume en un comunicado Artin Arshamian, investigador del departamento de Neurociencia Clínica del Instituto Karolinska.
Las culturas de todo el mundo -recalca- clasifican los distintos olores de forma similar, independientemente de su procedencia, y las preferencias por los olores tienen un componente personal, no cultural.
Participaron un total de 225 individuos -de distintos países de América Latina y del Sudeste Asiático-, a los que se pidió que clasificaran los olores en una escala de agradable a desagradable.
Los resultados muestran variaciones entre ellos dentro de cada grupo, pero una correspondencia global sobre qué olores son agradables y desagradables. En contra de lo que se esperaba, la cultura solo explicaba el 6% de la variación en las clasificaciones de agradabilidad.
Entre los olores que se pidió a los participantes que clasificaran estaba el de la vainilla, que era el que mejor olía, seguido del butirato de etilo, que huele a melocotón.
El olor que la mayoría de los participantes consideró menos agradable fue el del ácido isovalérico, que se encuentra en muchos alimentos, como el queso, la leche de soja y el zumo de manzana, pero también en el sudor de los pies.
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