¿Bostezas al hacer ejercicio? Aquí te explicamos la razón
Bostezar también enfría el cerebro, ayudando a mantenerlo a la temperatura adecuada para una función óptima
Usualmente creemos qué bostezar es un signo de somnolencia o aburrimiento, sin embargo es una acción semi-voluntaria y un reflejo, que está bajo el control de varios neurotransmisores en una parte del cerebro llamada hipotálamo.
En el ser humano el bostezo comienza a las 12 semanas de haberse concedido, es decir, cuando apenas es un feto, ya que bostezar distribuye un bioquímico que recubre pequeños alvéolos en los pulmones, ayudando a mantenerlos abiertos y bostezar a temprana edad puede ayudar a prepararlos para la vida fuera del útero.
Bostezar también enfría el cerebro, ayudando a mantenerlo a la temperatura adecuada para una función óptima.
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"Así que bostezar durante el ejercicio es señal de que los alvéolos necesitan un impulso para mantenerse abiertos, además de que el cerebro necesita enfriamiento para mantenerse alerta o simplemente puede ser un reflejo", concluye la médico.
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- Ahora bien, bostezar un poco durante el ejercicio es totalmente normal.
Sin embargo, si el bostezo es excesivo podría ser señal de algún problema de salud que requiera una consulta médica, entre ellos, la ansiedad, alguna afectación al corazón, el sistema respiratorio y los niveles de energía.
Todo esto puede causar disnea, bostezos y estrés, de acuerdo con los especialistas.
¿Por qué no es buena idea reprimir los bostezos?
Seguro que en más de una ocasión has notado cómo te entraban unas ganas irrefrenables de bostezar en medio de una reunión o en una situación de lo más inoportuna y has intentado luchar contra ese impulso con todas tus fuerzas para no quedar en evidencia.
O quizá hayas querido reprimirlo después de ver a alguien bostezando. Pues bien, olvídalo, no sirve de nada. Investigadores de la Universidad de Nottingham (Reino Unido) han comprobado que reprimir un bostezo aumenta las ganas de hacerlo y, por lo tanto, resulta más difícil evitarlo.
- Para demostrarlo dividieron a los participantes en el estudio en dos grupos y les mostraron imágenes de varias personas bostezando.
A unos les pidieron que actuaran con naturalidad y a los otros que intentaran reprimir las ganas de bostezar.
Los voluntarios fueron monitorizados para observar las reacciones que se producían en su cerebro. Además se contabilizó el número de veces que bostezaban. Y el resultado fue que los que intentaron frenar los bostezos no solo sintieron más necesidad de bostezar sino que al final lo hicieron más veces, aunque fuera de forma interrumpida, como "bostezos a medias".
Según los autores del estudio, nuestra capacidad para resistirnos al bostezo es limitada, "por mucho que intentemos controlarlo, cambiará nuestra manera de bostezar, pero no nuestra propensión a hacerlo".